Abre
tu mente.
Tan
solo te pido que hagas esto.
¿Todavía
no me has visto? Estoy aquí, a tu lado, mírame, pertenezco a la especie del
reino animal y aullando mi dolor he venido arrastrándome hoy hasta aquí para
clamar justicia, consuelo y una chispa de humanidad, durante mucho tiempo el
sufrimiento ha sido mi único alimento y mientras lamo mis heridas bebo de mis
propias lagrimas y hoy, he venido hasta aquí para por si acaso todavía te queda
una pizca de corazón sientas en ti mismo que yo también soy capaz de sentir, de
pensar, de llorar, soy un ser racional, como tú, entonces ¿Por qué me haces
esto?, ¿Por qué me lastimas así?, porque me maltratas, me humillas, me mueles a
palos, me golpeas hasta la extenuación, ¿Por qué me torturas así?, por qué me abandonas en esa fría cuneta y sigues tu
camino, así, sin mas ¿Es que no me ves que tiemblo de miedo y de dolor? ¿Por qué en vez de experimentar en
mi propio cuerpo no experimentas en tu propia piel para así experimentar y
sentir de primera mano todo mi sufrimiento y mi inesperado dolor? Y es esta
pena que me embarga la que me envuelve por dentro, la que me roba todo el
aliento, la que sin querer ser es mi única esperanza de vida, la verdadera, la
tuya y la mía, la nuestra.
Abre
tu mente.
Esta
hoja de vid desgajada, desprendida de las ramas de una parra que al arrullo de
este viento ha venido hoy hasta aquí inesperadamente se ha caído en el espacio
interno de tus entreabiertas manos, dentro de esta hoja de la vid, a fuego,
marcado a golpes con hierro candente está escrito el estigma de mi dolor,
embrutecido, adormecido, dolor desesperado que tu nunca quisiste escuchar, nada
te importe jamás, ¡para que!, nunca quisiste hacer nada para mitigar este
sufrimiento ancestral y es él y no yo el que te corroe por dentro, el que no te
deja vivir, pero el tiempo de ser escuchado ha llegado ya, ha llegado ya el
momento de expresarme para hacerme oír, de gritarle a los cuatro puntos
cardinales, que tu, conocedor de mi propia historia recojas de puño y letra el
testimonio de esta vida indómita que me ha tocado vivir, aquí a tu lado,
contigo, aunque tú nunca quisiste tenerme ¡ya lo sé!.
Con
esta tristeza predominante en la mirada interior, dentro de toda esta infinitud
en medio de este silencio embriagador, a horcajadas y vomitando mi propia
sangre busque un lugar tranquilo donde recostarme dentro de esta hoja
desgarrada desprendida de las ramas de esa vid y acurrucándome en medio de esta
soledad que me llena, que me atrapa, que
me acuna y que me lleva mientras lentamente muero tengo frio, empequeñecido,
insignificante, etéreamente dócil.
Abre tu mente y respira hondo.
Y ahora dime, ¿Me ves ahora?
Pertenezco a la especie del
reino animal.
Pero
el animal que lleva a la bestia dentro, ese, eres tú.