domingo, 16 de agosto de 2009

EL BAZAR DE LAS ESPECIAS




Estoy callejeando por ocultos rincones de intrincadas y estrechas callejuelas donde perderse es perder los sentidos a cada paso, en cada mirada, con cada sonrisa, donde pararse y girar despacito sobre una misma es sentir con los cinco sentidos perdiendo así la perspectiva de irrealidad de este instante vivido oculto tras la percepción de aquellos ojos de profunda y turbadora mirada que lo miran todo desde la lejana esencia de aquel momento robado a través del tiempo.
De norte a sur, a lo largo y a lo ancho de laberínticas y angostas callejuelas y suelos empedrados por aristas de adoquinadas piedrecillas veianse desparramados por aquí y por allá toda una multitud de variopintos puestecillos que salvajemente cautivadores arrebatan tu mirada mientras arrastras, rozando con la yema de los dedos infinidad de retazos de mercancía expuesta sutilmente para ser admirada y contemplada en pequeños tenderetes que despuntan al aire libre rodeados por un sinfín del ir y venir de bulliciosa gente que todo lo quiere ver y tocar y del incansable trasiego de mercaderes y comerciantes que con su infinita paciencia y amable sonrisa atrapan tus sentidos, hechizan tu alma y te enamoran el ser.
Y mas allá de la infinitud de tu ser, colores, olores, sabores, perfumes, texturas, es como perderse dentro de un caleidoscopio de hipnótico poder que te arrulla por dentro y eso es lo que te hace enloquecer.