miércoles, 11 de noviembre de 2009

Y LLEGO EL OTOÑO


Vino el otoño despacito, de puntillas llego a mi vida mostrándome entusiasmada su largo manto que ondulante al viento susurrante arrancaba las secas hojas de los arboles haciéndolas ondear en voluptuosas espirales rozando el vacio espacio en su inexorable caída hasta tocar el gélido suelo y una vez allí, eranse otra vez arrastradas por el soplo del viento que al girar formando remolinos atrapaban a mi alrededor el infinito ser.
Pise las hojas caídas del suelo del parque y escuche el sonido que producen las secas hojas al crujir, sobrecogida sentí el crujido del crepitar al romperse haciéndose añicos bajo mis pies, palpitantes hojas secas dejaronse caer, resquebrajantes extendieronse por cada rincón y perdieronse para siempre entre las huellas de las pisadas en mis desnudos pies.
Y entre todas las hojas caídas del parque ansíe aquella que toque con la mirada la sonrisa que empaña el soplo de tus ojos y roce imperceptiblemente los colores ocres de los arboles del bosque cuando se llenan de calma, fue entonces cuando rompí en mil pedazos el bucólico paisaje otoñal que me hace llorar y saque de dentro de mi el preciado regalo que extienden los sueños en el soplo infinito de las hojas al caer y te lo di.
Bese el soplo del viento que hace a las ramas de los arboles del bosque estremecer tiñendo de colores las hojas que caen arrastradas a mis pies, casi sin darme cuenta perdí todo rastro de añoranza que anhelan mis labios en aquel deseo idealizado de tocar con mis manos el otoño infinito que brota del alma instalándose para siempre en el corazón de la gente de sentimientos anhelantes y fue entonces cuando recogí del suelo las hojas secas caídas de los arboles y con mis manos las lance arrojándolas una y otra vez hacia arriba y al bajar, de nuevo rozándome la piel, diferentes colores otoñales empapan de calma mi paz interior y me dedique a saltar entre ellas una y otra vez hasta cansarme y ya rendida de tanto jugar fue entonces cuando me dormí.