viernes, 24 de junio de 2011

CASTILLOS DE TERRONES DE AZUCAR






Erase una vez en un cuento de leyendas de sapos encantados, de príncipes y princesas destronadas, de castillos encantados y con encanto, erase una vez un castillo, en un cuento de leyendas, con un inmenso puente levadizo que suspendido se eleva sobre los fosos profundos donde hambrientas bestezuelas habitan en un profundo reino de oscuridad tenebrosa.
Mi castillo de torretas y torreones está construido con terrones de azúcar que imponente se alza sobre una loma hecha de espuma, sentada en la arena, a la orilla de mi playa, con el cubo y con mi pala jugando me entretengo mientras en la arena escarbo, levanto un montículo y en el de puntillas me aúpo, de la muralla, quito un terrón de azúcar y en él me subo y me alzo, como soy tan chiquita y no veo nada, saltitos voy dando y no paró hasta el saliente de una almena llegar y en él con fuerza, poderme agarrar.
Silenciosa, sigilosa y en la oscuridad de la noche de puntillas me cuelo dentro, es una aventura divertida conocer a quienes de los que por allí moran, dentro, de todos los guardianes de este castillo me vuelvo invisible y me voy escondiendo no vaya a ser que curioseando por ahí, en mis investigaciones me descubran y sin contemplaciones al foso me tiren a devorarme las bestezuelas, que como pesadillas, dentro de allí, vivas, habitan.
Mi castillo de terrones de azúcar en mi mano se deshace despacio al ser alcanzado por lanzas de chispas, que como flechas disparadas, cruzan la loma hecha de arena de espuma que en la playa arde chisporroteando en mitad de una increíble hoguera hecha en esta moche mágica de San Juan.